Ahora aquel capullo de plumas de ángel había desaparecido y el yate
simplemente volvía de regreso a su hogar abandonado ese lugar que ahora era
solo un agujero gigante en el mar con algunas plumas brillantes flotando en el
aire, pero en San Cristóbal de las Casas la situación estaba muy lejos de
calmarse ya que tal y como había dicho ese señor existían peores maneras de
pasar el año y nuevo y Gael estaba experimentándolo en ese momento ya que a pesar
de que aun no habían removido las varillas de acero la hemorragia estaba a
punto de acabar con su vida y la doctora responsable de la operación ahora no
podía saber si la hazaña de ese chico lo convertiría en un mártir o en un héroe.
-Necesito dos paquetes mas de sangre O positivo, ¡rápido!- grito la
doctora mientras buscaba parar el sangrado, pero algo extraño paso, por un
momento le pareció que una pequeña y extraña luz roja se coló por el techo
hacia los paquetes provocando que brillaran y se quedo inmóvil en un completo silencio.
-Doctora, ¿se encuentra bien?- le pregunto uno de los enfermeros al
ver que no se movía
-¿eh? ohh... Si, ya ya se lo
que hago- contesto la doctora, pensando que eso era simplemente algo que se
tubo que haber imaginado.
Unas horas mas tarde el chico se encontraba en un estado semiinconsciente y lo único que podía percibir era que todo
estaba oscuro y unas cuantas voces provenientes probablemente de la habitación
en la que estaba hospitalizado.
-¿Qué paso con Gael?
-¿Como se encuentra nuestro hijo?
-La verdad no estoy muy segura de cómo decirlo pero, ya se encuentra
muy estable, Si claro aunque tendrá que quedarse un tiempo aquí para que pueda
recuperarse.
-Ah, Gracias a dios.
-¿Gracias a Dios?, que irónica puede volverse la gente sin saberlo- dijo
riendo, la ultima voz que escucho ese día; una voz que no pertenecía a la gente
del hospital, una voz, que no conocía.
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Un año ha pasado desde entonces y la normalidad, la monotonía y la
calma han regresado a la vida de Gael o al menos en lo que eran sus estándares,
ya que ¿Qué tan común es ver a dos adolescentes corriendo por las calles casi
haciendo parkour mientras son perseguidos por una jauría de diez perros en su
mayoría de raza pequeña. Ambos chicos llevaban una ropa propia del clima frío
de San Cristóbal y fue uno de ellos, el de pelo café oscuro y colocho quien
grito:
-¡Todo es tu culpa!, ¡todo es tu culpa!, ¡todo es tu culpa!- casi
jadeando entre cada declaración -¡no se porque chingados me junto contigo!
- A mi no me eches la culpa, tu eres el que siempre tiene que andar
trayendo tu botana de carne seca no importa a donde vayas – le respondió Gael.
-Eso no tiene nada que ver, tu eres al que siem…- y quizás hubiera
terminado su explicación, de no ser por el hecho de que discutir, mirar a alguien
e ir corriendo por una calle cuya banqueta tiene mas relieves que la sierra
madre de Chiapas causa que irremediablemente te tropieces, quedando así como un
blanco fácil para unos perritos fuera de control
-Sigue sin mí, sálvate Gael - dijo dramáticamente Raúl, quien era el
mejor amigo de Gael desde hace unos
cuantos años
-De acuerdo, siempre te recordare- le respondió desde una cuadra mas
adelante
-Ahí que poca madre, creí que eras un mejor amigo- pensó Raúl, mientras cerraba los ojos,
esperando su destino como comida para perros; pero en vez de ser arrollado por
esa manada; simplemente lo pasaron de largo sin prestarle atención, excepto por
un poodle que se quedo sentado frente a el, por lo que Raúl se sintió aliviado
de no haber sido aplastado, arañado o masticado por esas malditas bestias
miniatura pero antes de levantarse y celebrar su victoria de pie, no se fijo que apoyo su mano en…
-¡CACA DE PERRO! Que asco- si
exactamente eso.
Por otro lado Gael continúo la persecución hasta una zona lejos del
centro de la ciudad donde habían 2 casas desalojadas que por su cercanía la una
con la otra, formaban una especie de pasillo sin salida que daba contra el
cerro y que además tenía un foso como de
5 metros de largo, pero todo era de acuerdo a como Gael lo había planeado, pues
ya sabia desde hace unos meses que muchos perros le ladraban o lo perseguían
sin ningún sentido y dado que ese lugar quedaba cerca de donde el vivía, pensó
que eso podría ayudarle con sus problemas a futuro así que una vez que alcanzo la orilla del foso salto
sin ninguna dificultad los 5 metros dejando a los perros ladrando del otro lado,
terminando por fin tan extraña persecución.
-¡Ja!, ahí lo tienen condenados animales, nunca podrán atraparme;
aunque ahora que lo pienso… como le hago para salir de aquí- quedando entonces
entre la espada y la pared o mas bien entre el cerro y los perros.
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